Además, no me gustan las cosas que caducan. Mientras las flores mueren, las palabras se quedan escritas. He preferido regalar cartas.
Pero hoy, en una de mis conversaciones conmigo misma, he llegado a la conclusión de que, en el fondo me encantan.
Guardo una magnolia, una rosa y tres claveles en una caja; un pensamiento -se llama así, no es ninguna metáfora- en un diccionario. Me identifico con la primera flor y me llenó de alegría el ramo de flores blancas de estas navidades.
Según una bruja, mi flor era el tulipán. Y a mí eso siempre me ha sonado a mantequilla...
Anita, la niña de las rosas rosas.
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